Con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), la Federación Mundial del Corazón han designado desde el año 2000, el día 29 de septiembre como el “Día Mundial del Corazón”.

Esto obedece a la necesidad sentida de dar a conocer a la comunidad, en forma general y masiva, la importancia de las enfermedades cardiovasculares y su impacto en la salud mundial, e incentivar estrategias para su prevención, control y tratamiento. Desde entonces, la OMS y la Federación Mundial del Corazón organizan cada año en más de cien países, eventos que ayudan a adquirir conciencia sobre enfermedades cardiovasculares, como infarto agudo del miocardio, accidente cerebrovascular, hipertensión arterial y otras condiciones que afecten el miocardio y las arterias, ya que son, infortunadamente, las más mortíferas del mundo, pues no en vano generan 17,8 millones de muertes al año.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) también reconoce la importancia de impulsar políticas efectivas para reducir la ingesta de sal, fomentar la actividad física y continuar avanzando en la prevención y el control del tabaquismo. Estas son algunas de las medidas que promueve el Plan de Acción Regional para la prevención y el control de las enfermedades no transmisibles. Reducir la mortalidad por enfermedades cardiovasculares resulta imprescindible para lograr minimizar en un 25% la mortalidad prematura por enfermedades no transmisibles para el año 2025, según el compromiso adquirido en el Plan Mundial de Prevención y Control de Enfermedades no Transmisibles.

Importancia de la prevención cardiovascular

Una gran proporción de estas muertes podría evitarse si se hiciera consulta médica temprana para identifi car y tratar factores de riesgo cardiovascular mediante una alimentación saludable, en la que haya reducción en la ingestión de sal, se incluya el ejercicio físico rutinario y se evite el consumo de tabaco. Promover y facilitar estos estilos de vida saludable requiere condiciones que faciliten el acceso a alimentos frescos y naturales, así como entornos seguros para la actividad física y la promoción de una vida libre de humo de tabaco.

Desde hace ya varias décadas, ha venido documentándose cómo en países de altos ingresos, que han adoptado programas de prevención cardiovascular y, obviamente, mejores sistemas de salud para el diagnóstico y tratamiento oportuno de las enfermedades cardiovascular (y sus manifestaciones agudas, tales con infarto agudo del miocardio y el accidente cerebrovascular), han logrado reducir no solo la incidencia del infarto, sino también la mortalidad por enfermedades cardiovasculares hasta en un 31%. Desde las publicaciones de Ford y colaboradores en el 2007, ha venido describiéndose cómo la reducción de la mortalidad se le puede atribuir hasta en un 44% a los cambios en los factores de riesgo y a la disminución del colesterol total, de la presión arterial sistólica, de la prevalencia del tabaquismo y de la inactividad física. Esto explica por qué recientemente la American Heart Association insistió en implementar el programa de “My life check- life’s simple 7”, que busca actuar sobre siete condiciones que pueden mantener un corazón sano: ser activo, mantener un peso saludable, aprender sobre las cifras de colesterol óptimas, no fumar, comer una dieta saludable para el corazón, mantener cifras de presión arterial saludables y conocer acerca de los niveles de glicemia y de la identifi cación y tratamiento temprano de la diabetes mellitus.

Creación de entornos saludables

El Día Mundial del Corazón insiste este año 2020 en la “creación de entornos saludables”, como una estrategia necesaria y adicional para reducir los factores de riesgo asociados a las enfermedades cardiovasculares. En la década del setenta, importantes episodios de contaminación del aire y el agua llevaron a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de los Estados Unidos a la adopción de leyes nacionales enfocadas en el control de la contaminación del aire, el agua y el suelo. A principios del siglo xx, las agencias de salud pública se enfocaron en eliminar las principales enfermedades infecciosas. Los esfuerzos para mejorar el saneamiento, el tratamiento del agua potable, las inspecciones de alimentos y el control de vectores dieron lugar a importantes avances en la salud y la calidad del medio ambiente. Estas acciones de mejoramiento en la salud y el bienestar humanos durante los últimos cincuenta años han sido extraordinarias. La esperanza de vida casi se ha duplicado y la mortalidad infantil se ha reducido notoriamente. Muchas de las enfermedades infecciosas antiguas han sido casi eliminadas. Estamos rodeados de innumerables dispositivos y comodidades que hacen nuestras vidas más fáciles que las de cualquier generación anterior.

No obstante, estas grandes ganancias han tenido un costo enorme, que apenas empezamos a comprender. Para lograr estas metas hemos estado despojando de manera insostenible a la tierra de sus recursos, degradando los ecosistemas del planeta y destruyendo nuestros sistemas de soporte vital. Una sociedad de consumo creciente y la destrucción y contaminación ambiental de las últimas décadas nos han llevado a un estado en el que ahora consumimos más de lo que nuestro planeta puede proporcionar de manera sostenible. Para mejorar nuestra comodidad, estamos hipotecando la salud y el bienestar de nuestros hijos. Ahora, los amplios efectos ambientales son cada vez más evidentes y nuestra comprensión de la relación entre el medio ambiente y la salud humana está evolucionando. Mientras que la salud ambiental una vez se centró en la prevención de enfermedades infecciosas, ahora tener un medio ambiente saludable requerirá una visión más integral que la que se encuentra detrás de los enfoques regulatorios actuales.

El entorno construido en las estructuras hechas o modificadas por el hombre, que incluye los lugares donde trabajamos, comemos, descansamos, jugamos, calles y carreteras por las que viajamos, sistemas de servicios públicos y sistemas de transporte, tiene un gran impacto en la salud cardiovascular. Generar no solo adecuados espacios físicos, sino procurar buenos ambientes laborales, hace parte de nuestra responsabilidad para el año 2020, en el Día Mundial del Corazón.

Causas de muerte en el mundo

Para el año 2004, según datos publicados por la World Health Organization en colaboración con la World Heart Federation y la World Stroke Organization, la enfermedad isquémica del corazón ocupaba el cuarto lugar, mientras que otras enfermedades cardiovasculares se ubicaban en el sexto lugar de mayor causa de enfermedad en el mundo. Se espera que para el año 2030 ambas condiciones suban al segundo y al cuarto lugar, respectivamente. Por otro lado, las enfermedades cardiovasculares constituyen la principal causa de mortalidad global y son un contribuyente importante a la reducción de la calidad de vida. En 2017, las enfermedades cardiovasculares causaron aproximadamente 17,8 millones de muertes en todo el mundo, lo que corresponde a 330 millones de años de vida perdidos y otros 35,6 millones de años vividos con discapacidad. La segunda causa fue el cáncer, que aportó otras 9.56 millones de personas. En el Perú, 10 de cada 100 personas que fallecen por COVID-19, padecen de enfermedades cardiovasculares, convirtiendo a los males cardíacos en uno de los principales factores de riesgo de mortalidad durante la pandemia, informó el Ministerio de Salud.

Fuente: OMS / Federación Mundial del Corazón

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