Desde que el 06 de marzo el presidente Martin Vizcarra anunciara el primer caso de COVID-19 en el Perú, al 05 de septiembre somos el quinto país con más número de casos confirmados y el primero en mortalidad relativa. Con un nuevo perfil epidemiológico y a puertas de la llegada de la vacuna, debemos reflexionar sobre cuáles deben ser las estrategias que debemos aplicar.
Con la rápida propagación de la enfermedad y la declaración de pandemia de nivel global por parte de la OMS el pasado 11 de marzo, todo el mundo ha sufrido las consecuencias y el Perú sin duda, ha sido uno de los países mas golpeados por el nuevo coronavirus, a pesar de las rápidas acciones emprendidas en los primeros meses del año.
LAS PRIMERAS ACCIONES
Tras la recomendación para que todos los países del mundo preparen planes de contingencia contra la nueva enfermedad. El Perú elaboró el “Plan nacional de preparación y respuesta frente al riesgo de introducción del coronavirus”; este plan indicaba que 4 grandes instituciones hospitalarias de Lima iban a ser centros de referencia nacional para la atención de pacientes con COVID, en tanto se preparara el Hospital de Ate Vitarte como hospital especializado para su atención.
Ante la confirmación de los primeros casos, el país despliega equipos de respuesta rápida para el seguimiento domiciliario de pacientes. Los protocolos de seguridad también fueron activados en los aeropuertos y en los terminales terrestres y marítimos. A partir de allí, el país experimentó un rápido ascenso de casos y el 15 de marzo el gobierno decreta el “estado de emergencia” lo que implicó el aislamiento social obligatorio de toda la población, el cierre de fronteras, la suspensión de transporte internacional de todo tipo y la suspensión de clases. Dado el incumplimiento del aislamiento de la población, el gobierno decide declarar el 18 de marzo el “toque de queda” permitiendo que la policía y las fuerzas armadas hagan cumplir la prohibición.
A fines de marzo se habilitan 40 camas de UCI en el Hospital de Ate Vitarte y 900 camas en la Villa Panamericana. Así mismo se promulga una ley que delega al Poder Ejecutivo la facultad de legislar en materia de salud y de la emergencia y el 1ro de abril se crea el “Comando de Emergencia COVID” que unifica y articula las decisiones de seis representantes de diversas instituciones del MINSA, EsSalud, Marina de Guerra, Fuerza Aérea, Ejército Peruano, Policía Nacional del Perú y un representante de las Clínicas Privadas.
AVANCES Y RETROCESOS
Los sindicatos de los trabajadores de salud y los colegios profesionales de salud exigían al gobierno la entrega de equipos de protección personal adecuados. A principios del mes de abril, la prensa daba cuenta de pacientes impedidos de ingresar a hospitales por la falta de camas-UCI y ventiladores mecánicos; el comando nacional de operaciones COVID-19 indicaba que el Perú solo contaba con 656 camas-UCI. La falta de oxígeno y plantas procesadoras hizo que los pacientes lleven sus propios balones a los hospitales y los fallecidos por COVID comenzaban a aumentar.
El entonces ministro de salud admitía que la propagación del virus representaría un enorme reto a la capacidad instalada y la ciudadanía debía de alistarse para una época muy difícil.
Los subsidios económicos resultaron insuficientes (si acaso los más pobres podían acceder a ellos). Para mayo, el plan “Reactiva Perú”, oficializa la reanudación de 60 actividades comerciales, lo que ha hecho qué en la práctica, las medidas sociales de distanciamiento sean prácticamente nulas en las calles. La pobreza y la falta de una adecuada previsión social que acompañe a las medidas sanitarias implementadas, hacían insostenible la cuarentena para la población.
La falta de una estructura que fortalezca la atención primaria de la salud ha influenciado en el pobre seguimiento domiciliario y deficiente cerco epidemiológico que se ha tenido de los casos. El uso de herramientas tecnológicas para la identificación de zonas calientes es una oportunidad desperdiciada.
El personal de salud, puesto en la primera línea de defensa, ha sido el gran sacrificado. A la fecha, cientos de profesionales médicos y enfermeras han enfermado y fallecido por atender de manera directa a los pacientes con COVID, criticándose la falta de prevención por parte de las autoridades.
La adquisición de las pruebas rápidas, suponía el uso de una estrategia que privilegiaba la oportunidad en el diagnóstico. Los actuales cuestionamientos a estas pruebas, radican en la gran cantidad de falsos positivos y negativos que arrojan, además de su pobre fiabilidad para el seguimiento de casos. En cuanto al tratamiento de la enfermedad, probablemente la guía de práctica clínica del COVID ha sido de las que más investigaciones se hayan publicado en tan corto tiempo y la que más controversias ha tenido. Han sido inmensamente debatidos el uso de la azitromicina, ivermectina, hidroxicloroquina, corticoides, los antivirales y dióxido de cloro, con discusiones entre especialistas con los que no lo son. Lo que está claro, es que aún se está lejos de un tratamiento eficaz contra la enfermedad.
Para muchos entendidos, el comportamiento social ha sido determinante de nuestra situación actual. Nuestra incapacidad para el cumplimiento de medidas sociales como el aislamiento obligatorio y la violación de la cuarentena, hizo extender en varias oportunidades el estado de emergencia; y por otro lado, la incapacidad de nuestras autoridades de hacer prevalecer el orden y el cumplimiento de la ley.
EL CAMBIO DEL PERFIL DE LA ENFERMEDAD, LA LLEGADA DE LA VACUNA Y EL CAMBIO DE ESTRATEGIAS
Ahora se observa un nuevo panorama epidemiológico, con la enfermedad extendida en gran parte del país, se han sucedido semanas con una leve disminución de casos nuevos, sobre todo en algunas regiones como en Iquitos, donde el contagio ha sido abrumador. Sin embargo, ha crecido el contagio de personas adultos-jóvenes y niños.
Respecto de las vacunas contra el COVID, recientemente se ha publicado en “The Lancet” un estudio preliminar que muestra resultados prometedores de la vacuna rusa denominada Sputnik V, pero son necesarios estudios de mayor envergadura. El Perú alberga a la fecha 4 ensayos clínicos de vacunas contra el coronavirus, desarrollados por laboratorios de China, Estados Unidos, Reino Unido y Alemania; pero en términos de un calendario realista, no se espera ver una vacunación generalizada antes de mediados del año 2021.
Por otro lado, se han publicado investigaciones en China, Holanda y Bélgica, que documentan casos de reinfecciones por coronavirus. Pero se necesita de más estudios para determinar cuan común es, porque algunas personas no desarrollan inmunidad y que impacto tiene esto sobre el futuro de las vacunas contra el COVID.
Es por ello qué ante este nuevo escenario, se deben plantear estrategias que no dependan solo de la espera de la llegada de la vacuna, sino actuar de manera proactiva en la disminución del número de casos y muertes por COVID:
Seguir cuidándonos: La higiene de las manos, el distanciamiento social, el uso de protección respiratoria y la adecuada limpieza de superficies, seguirá siendo el foco de prevención.
Capacidad laboratorial: Aumentar el número de laboratorios con capacidad diagnóstica para COVID y el uso de técnicas moleculares más rápidas serían un verdadero punto de inflexión.
Cortar la cadena de contactos: La cuarentena focalizada tiene sus limitaciones y no parece ser muy lógica. La identificación oportuna de casos y el cerco epidemiológico es ahora lo más importante.
Aumentar la conciencia social: El aumento de la empatía y el respeto por las normas y el respeto al prójimo debe ser motivo de grandes campañas de educación a la población
Adecuado complemento de medidas económicas: Es necesario el complemento de ayuda social. La mejora de la economía familiar y la lucha contra la corrupción deben ser materia de acciones decidas.
Atención del cansancio y miedo del personal de salud: El cuidado de la salud mental, la prevención de la fatiga y estímulos laborales son ahora más que necesarios en el personal de salud.
Preparación de los hospitales para la transición a la época POST COVID: Aunque podría ser aún lejano, deben tenerse en la mira los protocolos de atención para una época de transición en la que pacientes NO COVID o Post COVID demanden de TODOS los servicios de salud clínicos y quirúrgicos de los hospitales.
Lic. Harrison Sandoval Castillo
Clínica Ricardo Palma