No hay día que pase en que no me maraville de ver nacer a un bebé y agradecer por la suerte que tengo de acompañar a muchas mujeres en convertirse en madres. Algunas por primera vez y otras por segunda o tercera, el nacimiento es un milagro y ellas, admirables.

Cada mujer es un mundo que evoluciona, crece y cambia, y como ginecóloga mi misión no solo es darles la mejor atención, sino también cuidarlas y aconsejarlas, informar con honestidad y dar las mejores opciones para sus decisiones. Llegué a estudiar esta carrera en un recorrido personal en el que confluyeron mi gusto por las ciencias, por la medicina y las experiencias de mujeres cercanas a mí, que marcaron mi vida.

Ginecóloga obstetra por vocación

Desde niña vi de cerca las dolencias de mi abuela y mi madre por diversas enfermedades que las aquejaban. Sentí de cerca el dolor de mi madre por sus problemas de fertilidad, la triste pérdida de un embarazo de gemelas hace más de tres décadas, cuando aún no existían los avances en neonatología que tenemos ahora. El rostro de una madre con incertidumbre y dolor me impulsaron desde niña a decidir dedicarme al cuidado de la salud de las mujeres.

Siendo la menor de las nietas, pude observar los cambios que sufrimos las mujeres en las diferentes etapas de vida, desde la menarquia, dismenorrea, gestaciones y hasta osteoporosis, como fue el caso de mi querida abuela. Era imposible no querer con todo el corazón cuidarlas. Y viendo el tiempo pasar por nuestras madres y abuelas, las deseamos eternas.

La experiencia de ser madre

En algún momento de nuestras vidas, muchas mujeres sentimos despertar el anhelo de ser madres. Ya como ginecóloga, y con un diagnóstico de endometriosis, decidí no esperar más y embarcarme en esta aventura. Nunca imaginé el giro de 180 grados que le daría esto a mi vida y sobre todo a mi carrera profesional. Mis expectativas de seguir avanzando en mi especialidad y a la vez mi deseo de cumplir como madre, la difícil lactancia, las horas sin dormir y el tiempo que implica criar un hijo, fueron fuerzas que luchaban dentro de mí día a día.

Sin embargo, la maternidad cambió mi perspectiva de la especialidad y me llevó a acercarme aún más a mis pacientes, a desarrollar una mayor empatía y a vivir intensamente cada consulta, cada cirugía y, por supuesto, cada nacimiento, en el que no solamente nace un nuevo ser humano, sino que también nace con él una madre.

Me hizo darme cuenta de la trascendencia de mi rol, más allá de los conocimientos, de soporte en momentos cruciales de la vida de las mujeres, en esos momentos cuando son más vulnerables, en momentos de extrema felicidad y expectativa o de temor a lo desconocido, que ahora yo también los había experimentado. Además, me hizo entender la importancia de construir la confianza, transmitir tranquilidad y seguridad en esos momentos.

Ser ginecóloga me da el preciado encargo de devolver la salud a las mujeres, acompañar al binomio madre-niño durante los nueve meses de gestación y también me permite crecer como mujer y madre día a día, nutriéndome de las experiencias y vivencias de mis queridas pacientes. Hoy tengo la oportunidad de practicar lo que más me gusta, con nuevas técnicas y procedimientos que se enfocan en respetar los tiempos y la naturaleza del parto, sin descuidar la seguridad del binomio madre-niño. Hablamos hoy de parto humanizado.

No puedo evitar ver en cada paciente de la tercera edad a mi propia madre, con las molestias típicas que acompañan su edad, luchando contra la subestimada menopausia y el deterioro que genera en muchas mujeres. Veo reflejadas en mis pacientes a las mujeres de mi árbol familiar, mi madre, mis abuelas, diferentes, pero similares en esa fuerza interna que todas las madres tenemos para sacar adelante a nuestras familias. Ruego a Dios me permita honrarlas día a día. Somos el lugar mágico donde la vida comienza y el amor se perpetua.

Bendecida

Me siento honrada de celebrar el Día de la Madre como parte del equipo de SANNA Clínica San Borja, clínica que me vio nacer y me vio convertirme en madre. Aquí nací dos veces. Agradezco infinitamente a sus directivos, personal administrativo y asistencial por brindarnos un espacio cálido en el trabajo diario, el cual me permite ser ginecóloga y madre a la vez, así como darles a las pacientes una atención de alta calidad y humana. Deseo que este domingo 8 de mayo haya sido de mucha unión y salud al lado de sus familias, honrando a todas las madres, las presentes y las que ya partieron, pero viven en nosotros.

¡Feliz Día de la Madre!

Dra. Eliana Romero Icochea
Ginecóloga Obstetra

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