La medicina intensiva es una especialidad médica de aparición relativamente reciente en el desarrollo de la medicina mundial y nacional. Las primeras unidades de cuidado intensivo (UCI), en su moderna concepción, aparecieron en la década de los 50 y 60 en Estados Unidos y Europa.

Al comienzo eran dirigidas y manejadas por cirujanos y médicos dedicados a cuidar los posoperatorios que requerían soporte ventilatorio, siendo prácticamente una extensión de la unidad de recuperación post quirúrgica. Pero desde esa época hasta nuestros días la medicina intensiva ha tenido un gran y rápido desarrollo, en el cual se ha ido mezclando la eficiente atención personalizada (eje fundamental en UCI), los profundos conocimientos de la fisiopatología del paciente en estado crítico, los avances vertiginosos en terapéutica médica, biología molecular, tecnología, monitorización, ética y, en fin, todo aquello que hace apasionante y único el cuidado del paciente crítico.

Es así que en nuestro país en 1969, se gesta la formación de la primera Unidad de Cuidados Intensivos Polivalente, atendido por médicos que iniciaron su capacitación de intensivistas. Siendo su pionero el Dr. Salomón Zavala Sarrio, quien con el Auspicio de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) fundó la primera “Unidad de Cuidados Intensivos” en el “Hospital Docente San Juan” de la provincia Constitucional del Callao en Lima-Perú.

Las Universidades incorporan a la Medicina Intensiva como especialidad de post-grado en 1988 en la Universidad Nacional Federico Villareal, siguiendo en 1992 la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en 1993 Universidad Peruana Cayetano Heredia.

La medicina intensiva es la especialidad que se ocupa del paciente en estado crítico, que se define como aquél que presenta alteraciones fisiopatológicas que han alcanzado un nivel de gravedad tal que representan una amenaza real o potencial para su vida y que al mismo tiempo son susceptibles de recuperación.

Por lo tanto, hay cuatro características básicas que definen al paciente crítico: 1) Enfermedad grave. 2) Potencial de revertir la enfermedad. 3) Necesidad de asistencia y cuidados de enfermería continuos. 4) Necesidad de un área tecnificada (UCI).

En la UCI se encuentran los pacientes que requieren cuidado constante y atención especializada durante las 24 horas del día debido a que su estado es crítico.

La evidencia científica avala la especialidad de Medicina Intensiva; se ha demostrado que la sobrevida de los pacientes UCI mejora si están al cuidado de personal capacitado (intensivistas: médicos y enfermeras) durante las 24 horas en forma consecutiva; y esto se logra porque en la UCI es más eficaz la utilización de los recursos económicos, técnicos y humanos disponibles. Esto quiere decir que hay perfil académico- profesional diferente y particular, aunque complementario a las demás especialidades médicas.

En la actualidad somos 700 médicos intensivistas registrados, y alrededor de 2.000 enfermeras especializadas para esta área registradas, número insuficiente para la población de nuestro país, por lo menos deberíamos duplicar el número de médicos intensivistas y enfermeras especializadas, actualmente tenemos 106 UCI registradas en todo el país.

Lo ideal es tener 10 camas UCI por cada 100 mil habitantes, actualmente tenemos 2 camas UCI por cada 100 mil habitantes, es decir nuestra cantidad de camas UCI es muy baja, somos uno de los países de América Latina con el menor número de camas UCI por cada 100 mil habitantes y eso es algo que no se puede ocultar en esta pandemia.

Hay otro aspecto que no podemos dejar de lado en el planteamiento del modelo de atención en UCI, es el referente al componente ético, moral y humano para enfrentarnos al dolor, angustia y el reto de la muerte inminente del paciente críticamente enfermo y su entorno social y familiar, con un alto grado de sensibilidad humana y criterio científico, todas características que debe reunir un medico intensivista.

La atención a los pacientes críticos con neumonía por COVID-19 durante la pandemia es el reto más importante afrontado por la Medicina Intensiva en toda su historia. Los intensivistas, en colaboración con otros profesionales están atendiendo mayor cantidad de pacientes críticos en áreas críticas extendidas, lo que ha generado un reto a nivel asistencial y logístico sin precedentes.

El tratamiento de la neumonía por COVID-19 tiene una evidencia muy limitada al tratarse de una enfermedad nueva, lo que ha obligado a una permanente actualización de los protocolos asistenciales. Así mismo, ha originado un incremento de consumo a nivel mundial de muchos fármacos de frecuente uso en la UCI, como los empleados en sedo analgesia obligándonos a buscar alternativas menos óptimas. La asignación de recursos en situación de escasez ha supuesto un distrés moral añadido a la sobrecarga de trabajo. A pesar de que los elementos de protección personal son imprescindibles para la seguridad del personal asistencial, su elevado consumo ha obligado a hacer un uso muy racional, el cual no siempre es entendido por todos los que están frente a esta pandemia.

En cuanto a la adquisición de equipamiento médico, principalmente ventiladores mecánicos, ha sido muy escaso debido a la gran demanda mundial y en nuestro caso la nula producción local. Se ha tenido que recurrir en muchos hospitales a equipamiento antiguo, junto con respiradores de quirófano, ventiladores de transporte, adaptaciones de ventiladores de ventilación no invasiva e incluso anecdóticamente a ambúes mecanizados, pero también esto ha incentivado a la gran creatividad de los peruanos generando en muchas universidades y equipos de bioingeniería de las Fuerzas Armadas diseños de ventiladores Mecánicos que ya están en la fase de producción gracias al apoyo de la empresa privada.

En el momento actual nos sigue preocupando diversas situaciones dada la saturación actual de las UCI; el fin del confinamiento puede provocar un aumento de número de casos, las patologías graves diferentes a la infección por COVID-19 han disminuido temporalmente, pero habrá que volver a atenderlas y la capacidad de atención a nuevas catástrofes es prácticamente nula.

En definitiva, los intensivistas peruanos han demostrado que, a pesar de las circunstancias adversas, han sido capaces de organizarse, colaborar con otros especialistas y adaptarse con resiliencia para poder atender a los pacientes críticos con neumonía por COVID-19 a pesar de todas las adversidades que vivimos cada día en esta pandemia.

Debemos de empezar a prepararnos para retornar los establecimientos de salud a la nueva normalidad, un proceso que no será ni fácil ni rápido, pero deberá contemplar el mantener equipamientos suficientes para atender otras catástrofes en el futuro.

Como conclusión podemos señalar que la medicina intensiva es una especialidad médica de alto nivel científico, tecnológico y humano que sigue avanzando hacia la perfección en el manejo integral del paciente críticamente enfermo, donde el medico intensivista debe ser el líder de este proceso como profesional competente, no solo desde el punto de vista científico, sino también ético, moral y humano, con el fin de garantizar la lucha contra la muerte, el dolor y la angustia ante la amenaza de la vida.

Dr. Clodoaldo Barreda Domínguez
Médico intensivista
Gerente de Salud Clínica Stella Maris

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