Daniel Alcides Carrión García, nació en Cerro de Pasco el 15 de Mayo de 1857. Hijo del médico y abogado ecuatoriano Baltazar Carrión y de Dolores García Navarro. Perdió a su padre a la edad de ocho años. Hizo sus estudios en la escuela fiscal de Tarma y en el colegio nacional Nuestra Señora de Guadalupe de Lima. En 1877 ingresó a la facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en 1880 a la de Medicina en la misma universidad, siendo Decano Manuel Odriozola, cursando los estudios respectivos hasta el cuarto año. Entre sus maestros se hallaban los doctores Leonardo Villar, José María Romero y el famoso José Casimiro Ulloa, que había presenciado notables experimentos en París; sin olvidar a su maestro de anatomía Celso Bambarén, sucesor de Cayetano Heredia en la cátedra, y uno de los propagadores del positivismo entre sus alumnos.
Se inoculó el virus el 27 de Agosto de 1885, y la enfermedad se reveló el 20 de Setiembre, con estoica calma ha seguido, estudiando todas las diversas fases del mal, cuya historia escribió hasta el último momento en que pudo hacerlo; desde que estuvo imposibilitado de continuar, la han seguidos sus compañeros de estudio.
Con los malestares a cuestas, Carrión registraba la evolución del mal en su cuerpo y en cuanto las fuerzas no le dieron, encargó la tarea a sus amigos.
A la bacteria de la verruga peruana le bastó un mes y unos días para vencer al cuerpo del joven estudiante de medicina. El 5 de octubre de 1885, el héroe de la medicina peruana fallecería en una cama del hospital Maisón de Santé. Su apasionamiento por la investigación médica llevó a que Carrión se inoculase la enfermedad también conocida como “fiebre de la Oroya”.
Carrión era de un temple de alma verdaderamente admirable. Pocos días antes de que le atacara la fiebre palúdica de la Oroya, decía: “a mi entender he pasado del primero al segundo periodo; de todos modos la erupción aparecerá en el estío: la época es conveniente, habré concluido mi año, y estaré en aptitud de estudiar bien, todos los fenómenos”.
No se le ocultaban los peligros que podían sobrevenirle, y con resignación digna de un mártir de la ciencia, lo único que manifestaba era el pesar de que, si lo sorprendía la muerte, no hubiera quien se atreviese a continuar la tarea comenzada por él. La muerte no lo amilanó:, la vio acercarse con serenidad y sus últimas palabras han sido de entusiasmo a sus compañeros para no desmayar en la persecución del misterio que tan caro le ha costado pretender descubrir.
La memoria de Daniel Carrión, debe ser conservada con respeto y admiración por cuantos se interesan por los progresos de la Ciencia y el nombre de nuestra patria.
“El Comercio”, que estima pérdida grandísima para el país la de tan distinguido joven, escribía en esa época:
Daniel Carrión ha sido víctima de su afán por conocer la causa de su enfermedad de verrugas, y estudiar el medio eficaz de combatirla. Debía recibirse próximamente de Bachiller en Medicina, y escogió por tema de la tesis que había de sustentar, la enfermedad de verrugas; para estudiarla mejor y poder apreciar con conciencia cierta los síntomas y el curso del mal, se inoculó el virus de verrugas, y logró su objeto durante el primer período de la enfermedad. En el segundo periodo, le sobrevino la fiebre de la Oroya, y la ciencia ha sido importante para salvar su existencia.
La vida del infortunado joven Carrión, vale a la Medicina un descubrimiento de altísima importancia; pero significa a la vez la pérdida de un obrero que, por sus primeros pasos, reveló cuán útil habría de ser mas tarde para el ensanche de los hasta hoy estrechos límites del saber médico.
En efecto, del experimento realizado por Carrión en su propia persona, parece deducirse que la causa que produce las verrugas es la misma que la que origina las fiebres de la Oroya, es decir, según creencia generalizada, el agua del punto denominado “Agua de Verrugas”.
Esta verdad, que indudablemente será estudiada por nuestras corporaciones científicas del ramo, puede llevar al conocimiento preciso de la manera de combatir ambos males. La abnegación extraordinaria del joven Carrión habrá sido pues, de provechosísimos resultados para la humanidad.
El heroico sacrificio de Carrión marcó huella en la historia médica del Perú y alentó el desarrollo de otros estudios e investigaciones entre los médicos peruanos en diversos campos. En 1886, un año después de su muerte, la verruga peruana fue denominada enfermedad de Carrión, a iniciativa de su condiscípulo Mariano Alcedán, y es así como figura en la patología médica mundial.
Daniel Alcides Carrión es el ícono paradigmático, mártir, héroe, maestro y patrono de la Medicina peruana; honor y méritos concedidos por eminentes maestros y sabios de la Medicina peruana en el curso de los siglos XIX, XX y XXI, que juntos han dado gloria a la Medicina en el Perú y es meritorio divulgar su hazaña y su sacrificio para ejemplo de las nuevas generaciones. Ese acto le hace merecer el reconocimiento eterno, no solo del Perú, sino de la humanidad, pues es un ejemplo para forjar un mundo mejor.
Fuente: Archivo del Comercio.